jueves, 21 de enero de 2010

Ficciones III

El hombre que se resistió a sus designios

Él era una de esas personas asediadas por el tiempo y las circunstancias que otros hombres deciden abandonar en las fauces de una memoria selectiva que omitía miserias y desencuentros. Vivía cada instante de su vida pensando en la muerte, la liberación de las presiones y temores que lo agobiaban, que lo hacían tan infeliz, el descanso eterno de una lucha que, a diferencia de los seres que lo rodeaban, él no disfrutaba. Cada respiro, cada bocanada de aire que tomaba, era un desperdicio y así lo sentía, sabiendo que no era merecedor de este mundo, así como tampoco lo era del infierno terrenal que lo acogía y destrozaba cada vestigio de su alma errante, o su mente pasional.

 Llegó así a ser un hombre adulto, que esperaba que todos sus afectos se muriesen para poder suicidarse tranquilo. Para evitar futuros arraigos poco convenientes, se alejó de cualquier posibilidad de entablar algún vínculo con otro ser. Acostumbrado ya a su infelicidad, la miseria se hacía sentir un poco menos, evidenciada solo en contraste con la interacción de las demás personas que nunca parecieron concebir el impacto del horror del mundo que solo él se atrevió a percibir, aunque ya en la adolescencia se diese cuenta de que no podía combatirlo.
La existencia se le había hecho costumbre, uno de esos hábitos lastimosos y que arrastran la agonía de perpetuarse hasta el límite de lo soportable, pero sin proporcionar la alternativa de conocer otra forma de ser, sin saber cómo escapar al dolor que lo mataba por dentro. El tiempo pasó, sus únicas esperanzas se hicieron hechos, no porque el destino haya sido benevolente, sino porque lo único que se había limitado a aspirar era la inevitable capitulación de esas personas que lo ataron desde un inicio a este mundo, sin por eso haberle hecho su estadía más simple o placentera. Sentía una libertad desconcertante, y no menos aterradora que el tiempo que la precedió. Todo era exactamente lo mismo, su mirada cabizbaja recorría cada centímetro del entorno, escuchaba palabras ajenas que le sonaban tan vacías como el discurso de toda una vida de crueles ironías. Rostros cínicos, como el suyo que fingía tristeza, cuando en realidad le daba lo mismo. No lo habían ayudado a sufrir un poco menos, no habían sido la compañía que, por miedo, se negó a buscar en otras personas, siquiera habían notado la peculiar desdicha que lo asediaba desde niño. En definitiva, pensó, no había razón para extrañarlos, ni a ellos ni a nadie, como no habría motivo para derramar una lágrima por él cuando decidiese marcharse, en la misma profunda y aislada soledad en la que había vivido.

 ¿Qué es lo que le queda al hombre que ha sido despojado de su dignidad a un extremo tal en que se lo obliga a vivir desprovisto virtudes? ¿Cuánto tardará el pobre desgraciado que se atreva a desafiar las dogmáticas escrituras de un destino que solo considera para él un sinfín de amarguras en convertirse en un suicida más? ¿Por qué se nos obliga a resignarnos a la miseria, cuando tenemos tanto potencial para combatirla, qué sería tan injusto, tan innoble e indigno en el simple intento por desterrarla?
 En este, el fin de los tiempos, ahora, ante la capitulación del espíritu que acaso alguna vez caminó junto a la humanidad, en la sola compañía de las arenas del tiempo que, implacables, destruyen los vestigios de esperanza y juventud, él cree ver presentarse al autor de la absurda tragedia que día a día ha interpretado, quien imprimió la firma al comienzo de su desgracia, y sus ojos ardientes se rinden, como se ha rendido ya su alma, ante la imposibilidad de enfrentar una adversidad inútil en su malograda omnipotencia. No se da cuenta, sin embargo, que es imposible resurgir del hoyo fangoso que ahora los encierra, atravesar la jaula de algarrobo cuyo cerrojo es el crucifijo que dice adiós al mundo que él habita. Pero con ganas destrozaría el mármol que clama un amor inexistente, una mentira indulgente, otra más en el entramado de una memoria absolutamente ficticia de lo que fueron los hombres y mujeres que desfilaron por este abismo. Calumnia. Calumnia es todo aquello que a él se le presentó como una maravilla, la inconmensurable inmensidad de un universo que le es tan ajeno, en tanto espeluznantemente temible, como a ellos, en tanto físico.
 En ese, el límite entre la tristeza y la locura, en el delgado límite que nos impide cruzar al otro lado del espejo, que nos obliga a quedarnos aquí, en este averno, él se encuentra descarnado, desnudo, indefenso como cuando era el niño que deseaba envejecer a cada instante. Sale casi corriendo del lugar, tormentoso como en una película, o aún más, porque en la realidad ha asomado la ficción de un epitafio que perpetuará quimeras, que lo harán enfurecerse por ver en palabras lo que había soñado, y deprimirse por no haberlo tenido jamás, porque no dejará de ser una farsa, tallada en mineral bruto o escrita en un metal brillante y barato, como lo fue la existencia de los que, llegado su ocaso, reviven desde otro mundo solo para limpiar su memoria, y mancillar la de él, que aún se encuentra en este universo tangible, y desesperado corre hacia el auto, conteniendo las lágrimas a las que la rutina lo había desacostumbrado, pero que vuelven a estar allí, implacables, se muerde los labios con furia, la furia de saber que aunque nada lo retiene en este mundo, no podrá irse, su cobardía lo llevó hasta allí, donde es un hombre que no tiene nada por qué vivir y sin embargo lo sigue haciendo, su miseria lo persigue a todas partes, su piel respira el humo infecto que emana del recóndito averno que es su planeta, pero aún así lo respira, sus latidos marcan el ritmo de su huída inútil, de los golpes de su puño contra la sien, del frenesí de sus pensamientos precipitados, avasallándose a una sola idea, que toda su vida lo había perseguido. No sabe quién tiene la batalla ganada, poco le importa, todo le importa muy poco mientras conduce por la ciudad, sin rumbo, con una sola idea en mente, empañada por el vicio de la sangre propia, la ilusión de teñir de rojo algún paredón, de llenarse los pulmones con el néctar salobre que corre bajo el puente, ríe a carcajadas porque cree que ya los ha olvidado, o que le importan aún menos. Y sabe que de ser parte de un cuento, una novela, una obra de teatro, encontrará exactamente en ello la razón para vivir, pero lo absurdo es que no, no habrá tal excusa para la felicidad cuando el único cambio que ha habido en su vida ha sido el curso natural de la estirpe humana, su mente sigue siendo la misma, aquella que no podrá evitar desquiciarse de amargura cuando el cielo plomizo agobie su ciudad, que se encerrará en sus propios tormentos en primavera, cuando sus sentidos perciban la algarabía generalizada de una sociedad idiota que festeje los rayos de sol, como si pudiesen cambiar algo en ellos, en sus vidas, como si alguien pudiese realmente huir de su propia esencia, de lo que estamos condenados a ser; lo inexorable de este mundo, lo único que puede predecirse con certeza, aunque él crea que hay muchas más cosas que en su monotonía inútil pueden vaticinarse, no le ahorrará su miseria, ni poniéndole fin a su vida, porque si fue incapaz de tomar una sola decisión, o las que sean necesarias, para cambiar el rumbo de su infortunada existencia, para materializar una recurrente fantasía infantil, ahora solo podrá seguir dando esas vueltas enardecidas en su vehículo, pensando en lo bien que le haría astillarse la piel en los añicos del parabrisas, golpear con todo su cuerpo iracundo los ladrillos de algún muro, y se le vaciará el tanque de combustible sumido en esos pensamientos.



(Nadia C. García; Buenos Aires, Enero, 2010)
Dynka

7 comentarios:

  1. Muy muy muy muy sublime.

    "¿Por qué se nos obliga a resignarnos a la miseria, cuando tenemos tanto potencial para combatirla, qué sería tan injusto, tan innoble e indigno en el simple intento por desterrarla?"

    Remarco la palabra intento porque creo que en esta frase retrata con un contenido especial a toda la historia del personaje, "No sabe quién tiene la batalla ganada, poco le importa..." esa sea tal vez la peor de las derrotas.

    "Sentía una libertad desconcertante, y no menos aterradora que el tiempo que la precedió. Todo era exactamente lo mismo..." Una descripción que te mete de lleno en la situación del protagonista.

    "...y se le vaciará el tanque de combustible sumido en esos pensamientos." Consumación insuperable en esta obra.

    Nadia, estás allá arriba. Voy a entrar varias veces para volver a leerte así calmo mi síndrome de abstinencia hasta tu próxima Ficción.

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  2. Hola!!

    Qué cuentazo! por momentos las descripciones y aún más las metáforas que usás son tan fulminantes que me han dejado azorado... aunque quizás la expresiónmás correcta sería "emocionado". No es común encontrar que alguien se exprese de manera creativa y a la vez tan cruda sobre aspectos sumamente oscuros y tristes de la condición humana:

    ¿Por qué deberíamos supeditar nuestra existencia/felicidad/etc a la cantidad o intensidad de los vínculos que nos rodean?

    Espero poder seguir leyéndote Nadia!

    Un beso!

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  3. xD muchas gracias por los comentarios, chicos!!! me sonrojo un poco, un poco nomás, jajaja pero voy a tratar de subir con más frecuencia, al menos ahora que estoy desenterrando tantos cuentos viejos, habrá épocas duras en las que no pueda actualizar demasiado. Más les vale que si edito compren libro eh!! :o

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  4. ES MUY BUENO EL RELATO PERO ME QUEDO PENSANDO EN LO QUE REALMENTE QUIERE DECIR Y PIENSO QUE ES VERDAD LO QUE DICE EL RELATO MAS CREO QUE DE ESO SE TRATA DE NO BUSCAR EXPLICACION A LA VIDA EN SI SINO DE JUGAR CON ELLA TAL COMO UN GATO CON UN OVILLO DE LANA PORQUE EN FIN NO SABEMOS QUE HAY DESPUES DE LA MUERTE ENTONCES COMO SI EXISTE EL CASO DE QUE VENIMOS DE UNA VIDA ANTERIOR AL MENOS YO NO ME ACUERDO DE NADA CONSIDERO PUES QUE SE VIVE UNA VEZ Y HAY QUE HACER TODO LO QUE NOS GUSTA SIEMPRE Y CUANDO NO DAÑEMOS A NADIE
    JAJAJA ME PODES DECIR QUE ESTO LO DICE LA CONSTITUCION NACIONAL JAJAJA
    BESOS
    ULISES

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  5. muy intrincado ! me duele la cabeza ! pero esta bueno ,es como subirse a una montaña rusa y no saber cuando va a parar.

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  6. muchas graciassss!!! a tutti!!

    (aunque me gustaría saber la identidad de aquel al que le hice doler la cabeza :P jajajaja)

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  7. me encanto!!! precioso!!!
    JUAN

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